viernes, 28 de marzo de 2008

Reforma del sistema educativo: cuestión social

El sistema educativo es un factor de los que determinan el tipo de sociedad. Quien hizo la LOCE lo sabía y la quiso imponer a toda costa. No debemos desaprovechar opciones, aun parciales, de avance hacia un sistema menos injusto y más democrático.

“La adolescencia, hoy día, no tiene educación, ¡dónde habrán aprendido!”. Esa frase podríamos haberla oído en la calle cuando, por ejemplo, una persona mayor se siente amenazada por las carreras de un grupo de adolescentes de trece años que pasa corriendo. Encierra muchas cosas esa frase, pero tiene un sentido general que prevalece sobre lo demás: la educación es un bien social y a ello debe contribuir la Escuela.

Cuando oímos por la “tele”: “se pondrá en marcha una nueva ley educativa”, en muchos casos parece que es algo ajeno, que no nos afectará. Parece que se contradice con lo anterior.

Debemos reconocerlo, la educación es cosa de toda la sociedad, de cada persona: por ser ciudadana, madre o padre, por estudiar o trabajar. Un sistema educativo pensado para que afecte a toda la población es una cuestión de toda la sociedad e influirá (junto con otros elementos) a que ésta sea de una u otra forma. Por él hemos pasado o estamos pasando, todos y todas, nuestros hijos o hijas , los niños o niñas que nos vamos a encontrar en la calle el día de mañana, en las oficinas, gestionando, trabajando o siendo más o menos solidarios o egoístas.

¿Nos gustaría tener una sociedad individualista, plagada de personas excluidas, llena de rencores, de imposiciones, de violencia hacia quien es débil, en que esté mal visto “pensar”, se hable sólo bajo la presión del dictamen del “marketing”, se repartan los derechos de forma desigual y un largo etcétera de aspectos negativos?. La educación formal, la que se haga en la Escuela, será un instrumento de actuación social, junto con otros, para llegar hasta ahí o a lo contrario.

Hay quien eso ya lo sabe y pretende movilizar para no perder su poder y la hegemonía de sus ideas en esta sociedad. La jerarquía católica, por ejemplo, es capaz de ir, incluso, en contra de la gente de su creencia si hace falta, para conseguirlo. Pero no es sólo ella, no es sólo ese tema. Quienes tienen dinero invertido en educación quieren que creamos que la subvención a centros privados es mejor para un bien público como la educación o que sólo se aprende con libros de texto. A quienes forman parte del sector “con éxito” de esta sociedad les conviene que creamos que todo el mundo parte de las mismas condiciones; tratan de convencernos, además, de que hay que sacar “provecho” del sistema a costa de las demás personas y para ello es mejor separar, hacer itinerarios, clasificar, seleccionar. Es la forma de preservar su privilegio. Todos esos sectores no existen sólo en el papel, tienen medios para que su palabra sea la que se oiga, tienen conexiones para influir en las decisiones de los gobiernos. En Castilla y León sabemos mucho de eso.

Tanta es la influencia que al final, en muchas ocasiones y a muchas personas, nos hacen ver todas esa ideas conservadoras como “algo natural”, inevitable. Ponerlas en duda, a veces, nos lleva a creer que vamos en contra de nuestro propio pensamiento.

Por eso son importantes los periodos de debate colectivo, social. Por eso no hay que dejar que el debate de una reforma se quede entre “los técnicos docentes” y los grandes grupos de presión. Nos jugamos mucho al definir el sistema educativo. Reflexionando colectivamente, haciendo propuestas sociales, podríamos superar lo que nos venden.

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